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Manolo Oliden (2007). |
El Salvador, la revista de antiguos alumnos de los colegios del Salvador y Jesús Maria - El Salvador, en su edición de 2012, publicaba esta necrológica de Manuel Oliden Jiménez, firmada por Leopoldo Abadía.
Sin duda, esta semblanza, pese a ser muy breve, refleja muy bien su personalidad.
IN MEMORIAM
El pasado 11 de septiembre falleció en Zaragoza nuestro compañero D. ManuelOlidén Jiménez (p. 1949). Fue Presidente de nuestra Asociación, y en 2005 fuenombrado Presidente Honorario, y se le concedió la Insignia de Oro de nuestraAsociación.
ME DA PENA
Se me ha muerto un amigo. Manolo Oliden y yo fuimos por primera vez al Colegio del Salvador hace muchos años. Él era muy listo. Era, además, muy divertido, el clásico chaval majo con el que te entiendes bien.
Acabamos el bachillerato en 1949. Manolo se fue a Madrid y yo, a Barcelona. Él estudió Ingeniero de Caminos, carrera de alto nivel en aquella época, y, de paso, Ciencias Económicas, que tampoco está mal. Porque antes he dicho que Manolo era muy listo, pero no he dicho que también era muy trabajador.
Estuvimos muchos años sin vernos, con contactos esporádicos, porque cada uno fuimos por nuestro camino.
Yo sabía de su ilusión por sacar adelante la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio y los esfuerzos que hacía para que los del 49 siguiésemos siendo amigos.
Pasaron más años. Llegó 1999. 50 años, ¡Dios mío! ¡Cómo pasa el tiempo! Manolo organizó un festejo por todo lo alto, que empezó con una Misa en nuestro Colegio y que acabó en Roma. Y allí fuimos mi mujer y yo, con la duda de si seguiríamos siendo amigos de aquellos chavales que ahora eran unos señores mayores, con la duda de si nuestras mujeres “encajarían” y con la duda de si nos reconoceríamos, porque no sé si sabéis que, en 50 años, la gente cambia.
Hay quien dice que cambia a peor. ¡No es verdad! En nuestro caso, la gente de nuestra promoción había cambiado a mejor. Nuestras mujeres, felices, nosotros, felices...Y, en medio de tanta felicidad, Manolo, que, con su alegría, sus discursos, su preocupación por que todo saliera bien, demostraba, una vez más, que es verdad aquello de “para servir, servir”. O sea, para ser útil, para sacar algo adelante, hay que ponerse el último de la fila y dedicar todas las energías a hacer que los demás sean felices.
Desde las Bodas de Oro, nos reencontramos. Mi mujer y yo fuimos a verles a Rosas, donde Mari, su maravillosa mujer, me decía, guiñando un ojo: «Ahora dirá que ese espigón lo hizo él». Y, como es natural, lo decía, con la ilusión de quien hizo un buen trabajo y presume (¡Bendita vanidad!) de ese trabajo y, sobre todo, de lo bien que le salió, después de matarse de trabajar.
Ahora, Manolo se nos ha ido al Cielo. Entro en San Siro y me falta algo. Y, en el corazón, también me falta algo. Yo ya sé que la gente se muere. También sé —estoy seguro— de que Dios le ha premiado todas las cosas buenas que hizo en este mundo, que fueron muchas. También sé que, desde el Cielo, sigue ayudando a Mari y a sus hijos y a sus nietos, más todavía que cuando estaba aquí. Y que nos ayuda a los de su promoción.
Y que la Virgen del Colegio le ha dado un abrazo de madre.
Pero me da pena.
Barcelona, septiembre de 2012
Leopoldo Abadía Pocino (p. 1949)